Sueño

El aullido

La otra noche, o la otra mañana, no importa… Soñé. En medio de este no-tiempo que hay en casa, soñé.
Y soñé con algo que hizo que me despertara contenta:
Viajábamos, en auto, en barco, en submarino, en tren.
Con el tren pasamos por una estación con carteles de madera, con el nombre de la estación pintado en negro sobre un fondo blanco. Sin detenernos miré y vi un perro. Quise hablarle y le aullé, y el perro amable y hermoso también me aulló.
Eso es la felicidad. Sólo eso.

Hachiko

Todo aquello que se ha perdido

Tuve un sueño en el que visitaba una casa de mi infancia, una casa emplazada en medio de un campo. Una casa demasiado amada por mí.
La casa había quedado abandonada, y por ello casi destruía hasta los cimientos. Verla me conmovió.

En el sueño, otros eran los dueños de esa casa.
Ingresé a ella y pude ver cómo todo estaba renovado, puesto a nuevo, pero conservando el diseño original. Uno de los salones principales volvía a ser el de antes, recuperaba su esplendor: tenía una mesa de madera lustrada, que hacía juego con doce sillas de pana azul, grandes ventanales que daban a un patio en el que había una glorieta con enredaderas de flores naranjas y azules.

Al ingresar al salón, el recuerdo de mi niñez se presentó ante mí sin distancia. La  angustia escuchó su llamado y subió por mi pecho, llegó hasta mi garganta… que no emitió sonido.
Comencé a llorar, y dije:

«Todo esto está perdido para mí, porque ya no es mío, y porque el tiempo ha hecho que se perdiera inevitablemente. Lo he perdido dos veces.»

Esa casa, esa historia, ese recuerdo. Aunque ahora tuviera todo y esa casa recobrara su brillo antiguo, está perdida para mí. Es el tiempo el que lo ha hecho. Ya no soy, ni seré. Quedó perdido, es inevitable.


Andrew Wyeth - Christina’s World

Andrew Wyeth – Christina’s World,1948.

 

Dopelgänger

Dos sueños

Me encuentro en un lugar en el que hay una persona que tiene la habilidad de cambiar su apariencia física con sólo tocar la piel de otro. Toma la forma del tocado. Es un hombre de pelo castaño largo, flaco, piel blanca.
Se presenta ante mí y hablamos. No sé si esa es su forma original, no importa.
Almorzamos en un salón comedor con otras personas, en mesas largas con bancos, nos sentamos uno junto al otro.
Al final del almuerzo me dice que está muy agotado, y que debe descansar. Entonces, súbitamente, se quita la remera y  toca uno de mis brazos. Su cuerpo comienza, gradualmente, a transformarse en el mío. Le pido que por lo menos se cubra, pues me veo a mí misma desnuda y pienso que otros podrán verme desnuda en el salón.
Lo que veo no me desagrada, eso me sorprende. Veo mi propio cuerpo desde afuera. Nunca me ha gustado mi cuerpo, siempre me ha parecido un poco deforme…
Finalizada la transformación, se pone en posición fetal, se acurruca y duerme.
Decido dejarlo dormir y trato de regresar a mi casa, pero no encuentro el teléfono.


Regreso al barrio en el que pasé mi adolescencia. Todo ha cambiado, las calles y las casas.
Estoy en un auto con chofer. Al doblar la esquina puedo ver la casa de una de mis tías, en el patio hay filas de sillas colocadas para recibir gente en una fiesta.
Me angustio porque no me han invitado. Pienso luego, que no me han invitado porque nunca voy, nunca me acerco. Le pido entonces al chofer que nos vayamos y él hace un giro con el automóvil. Una de mis primas me ve y se acerca.
Mi prima y yo tenemos el mismo nombre, sobrenombre y profesión. (En la vida real y en el sueño.)
Me dice que me quede, le respondo que no me han invitado. Lloro y continúo angustiada.
Ella vuelve a decir que me quede. Respondo que no, que me voy.
Agrega: “No sé cómo podés vivir la vida así”, a lo cual respondo: “Siempre he vivido así.”
En el medio de la angustia, en la conversación con mi prima, se escucha una voz, clara, externa, sola, que dice: ¿qué se satisface con tanto sufrimiento? Dejo de llorar.
Despierto.

Dante_Gabriel_Rossetti_-_How_They_Met_Themselves_(1860-64_circa)

Rossetti – How they met themselves, 1864.

La verdad

a R. S. A.

Estábamos en la pequeña sala de mi casa, sentados alrededor de la mesa. Ella estaba sentada en la silla frente a mí.
Hablábamos de muchas cosas, y la conversación había sido muy amena, hasta que llegado un momento en el que no pude ocultar mi malestar la miré y  le dije, con la boca cargada de un sabor amargo:
-Lo que me angustia es que no me digas la verdad…
Ella, con una sonrisa burlona, respondió: «¿Qué es la verdad?»
Enojado, porque no se hacía cargo, le respondí:
-Te voy a dar un ejemplo, si aquí mismo hubiera dos mujeres desnudas besándose y entrara uno de mis amigos lo primero que él diría es que son dos lesbianas… Vos en cambio responderías carne humana,  que ni siquiera es mentira…

Ella volvió a sonreír y no dijo nada.  Luego se puso de pie y comenzó a caminar hacia uno de los rincones de la habitación, alejado de la mesa y de la luz.

La cara antes sonriente, comenzó a transformarse. Continuó caminando, con paso decidido, hacia el rincón.  Desde ese momento sólo pude ver su largo cabello. Se quedó quieta, y no dijo nada más.
Tuve miedo de ver su rostro. La angustia que tuve al pedirle que me dijera la verdad volvió en forma de terror.
No esperé a que se diera vuelta y salí de allí.

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The dark corner, de Vitor Antunes (CC BY-NC-ND 2.0)

Dos matrimonios

A lo largo de una semana  tuve dos sueños similares.
Uno era el del matrimonio verdadero, el matrimonio del amor.
Estaba casada con un hombre que me amaba. No sé quién era, pero sé que me amaba. A pesar de ello no le creía, y le pedía pruebas de amor.
Él respondía con una sonrisa, advertido de su elección. Sabiendo que era así.
Me amaba a pesar de mí misma.
Otro día de la misma semana soñé con el matrimonio falso, era el matrimonio con mi analista. Falso porque no había amor.
Había un contrato, un arreglo. Y el arreglo se sostenía, y funcionaba.
Lo que une a los dos sueños es claro. Suelo decir que «me caso con las personas» y eso es absolutamente verdadero.
Cuando las quiero, me caso con ellas, pero también hay ocasiones en las que el divorcio se hace necesario.

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Van Eyck – Arnolfini Portrait