El otro día pasamos por una calle llamada Borges. Y no recuerdo bien qué dije, pero hablé con un tono despectivo sobre Bioy Casares…
Entonces, mi acompañante me preguntó: “¿por qué no te gusta?” Él entendió que no se trataba de una cuestión literaria sino de otra cosa
Respondí: esto no se trata de su escritura, que en última instancia sólo hace que deje el libro sobre una mesa y yo me vaya a otra parte… Es algo más corporal, es un rechazo que no siento con otros.
Porque Bioy era un dandy de esos que ya no existen, un mujeriego, un heredero, y muchas otras cosas más que no me gustan… Pero no, nada de eso me molesta… Es otra cosa, es algo que hizo que considero que es lo peor de lo peor: publicó las intimidades de su amigo una vez que éste se murió. Y eso es para mí la absoluta cobardía, la máxima. Tan cobarde que lo único que pudo hacer para rebajar en algo al otro (que era mejor que él en lo único que a él verdaderamente le importaba, la escritura) fue publicar sus miserias y estupideces y fallas de hombre cuando el otro se murió…
Es por eso por lo que para mí Bioy Casares es el peor. Es el cobarde máximo, es el que no soportó que el otro, aún después de muerto, siguió siendo mejor que él. Entonces quiso matarlo de nuevo y, en una jugada extraordinaria del destino, lo obligó a quedarse otra vez en el lugar que le corresponde: el que está a la sombra, siempre. El que escribió Dormir al sol va a quedar siempre a la sombra.
Es bastante paradójico, imagino que a Borges le hubiera gustado, porque al fin y al cabo esto no es más que el argumento perfecto de un cuento de esos que él escribía, quizá el “Tema del traidor y del héroe”.